Nocturnal (Ángela se desnuda)




La maquinaria universal te cambió. Ayer fuiste la soledad desbordada, la sombra en la negrura de la noche. Hoy jalaste la cuerda y se derrumbó el muro, que dio paso al oceano. Hoy eres un mar inhabitado, la furia constante en el corazón desdichado. Confías en que ésa, tu única verdad, traerá más momentos fugaces. Es el momento de tu yo, es tu ventana que no cierra cuando ya no canta la noche. Vienes corriendo, llegas empapado a la casa que te espera en medio del bosque, a nadie llamas a la puerta, pues no esperas que sea abierta, sólo llegas. La lluvia retuerce las horas. El silencio es tu único privilegio y te unges de él, te tocas con su corona, tienes tu propio reino y te sonríes. Asomas por los rincones y aún el polvo te huye. Sonríes. No es dura la carga, tampoco apetecible. Rondas en torno a ti, te sientes, te aceptas la multitud que eres, la multitud que no alcanzas a abarcar en los estadios de tu vida, pero que te consuela al encontrarte otra vez bajo un cielo que ha desprendido todas sus estrellas, que raso te saluda con la ceguera de las verdades. Nadie vigila tu inexistencia, nadie toma una nota de lo que eres. La maquinaria universal te envió vagos recuerdos que decidiste dejar entre la tierra, bajo los árboles que ya no cantan porque han secado sus ramas, porque en quietud permanecen inmóviles como en los cuadros de eternos museos nocturnos. La maquinaria, que antes fue destino y fatalidad, acabó con su propio combustible, quiero decir las lágrimas, quiero decir los adioses. Tu amplio mar desenvuelve sus mapas, retoñas en todas las distancias para ocultar sus líneas, retoñas y regresas bajo tierra para encontrarte con tus propios tejidos, quiero decir las parcas aún dispersas de tu mente. Bebes del vaso roto. El vaso roto desprende un pequeño cristal. El cristal se incrustra en tu labio. Tu labio lo quiere escupir. Al escupir lo divides. Al dividirse se fragmenta. Al fragmentarse se multiplica. Es la hora del miedo, de sentirte humano, de reconocerte en ese fragmentado universo del cual no puedes hablar, en el cual no te podrás comunicar. Es el momento de la desdicha -de tu desdicha, dirás. Es el momento de tragar saliva -y vidrio, quiero decir tus recuerdos, tus postales. Es el momento de pasar por tu garganta -luego tu faringe- y después tus entrañas la noche completa, quiero decir el mapa de las estrellas perdidas, muertas. Es el momento -dirás- de tu coronación, de tu ungimiento en el libro de la maquinaria universal, la que te desconoció y te desterró del plano presente, del hoy, quiero decir del ayer, quiero decir del jamás.

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