Incurable (Tercer Fragmento)



Incurable
Capítulo 8: Cuando alguien puede llegar
(Fragmento)
David Huerta

Voy sintiendo que alguien sale de mí, pero es una fantasía
de mis dedos, mi cuerpo no retrocede, no hay sorpresa, bocas que
son mi boca sudan, sus labios creyéndose ya muertos. Un jadeo,
gimo, grito, algo sale de mí, alguien puede llegar, qué locura.

La casa sitúa al silencioso, negro es el abismo, nada se sabe.
Lo negro va rodeando la casa, quita el abismo debajo de los pies
y nada se sabe todavía, todo está negro. Yo soy quien llega
a la casa, qué sobrevivencia, qué animación. Los ludiones
que traigo "dibujados en las entrañas" oscilan, llego a casa.
El silencio está más negro que nunca, la casa retrocede, no llego.
No hay nadie en la casa, tengo que llegar para que el silencio
no disminuya en el abismo, todo se está secando en mis
branquias.
Respiro la negrura que está esperándome en la casa o en el
abismo
para que los ludiones no retrocedan como la casa ha retrocedido.
No llego. Qué ansia en la negrura. Llegaré, no habrá nadie.

No estará nadie, nadie me espera, qué monumento árido de la
disecada costumbre, ningún cuerpo. Y
lo curioso es que no estoy triste, nada sucede, sólo llego.

Soy el meteoro, la sangre. Todos los jueves enloquezco, nadie
me contempla. Las recetas
saben de mí por la escritura, todo este cuerpo crece, bemoles
más, bemoles menos, me sostengo, Sol sostenido.
El diccionario hurga, sabe demasiado. Lo mataré cuando llegue a
la casa más silenciosa de mi sangre.
Todo está callándose a lo largo del jueves, nadie murmura.
Todos los que son yo se callan, están hechizándome,
enloqueciéndome
de pura melancolía, que dicen, sostenido por la retórica más
arrinconada. Y ¿por qué no decirlo más claro,
más abierto, más inteligible, como recomendara el profesor? Es
tan difícil considerarse a solas, callándose,
pero crece el silencio y yo no puedo más, desplazo el aura, las
camisas, los libros no leídos
y declaro para que todo quede, santo, bendecido
propósito:

Duele que nadie llegue, lloro. ¿Así queda más claro?

No soporto esta soledad, no soy el atlas de mi propia soledad
y me aplasta, líricamente, sin permiso, está más situada
que mi propia costumbre, nada se sabe, nadie llega, qué
desesperación tan pura, qué engaños que se hilan.

Iré a las montañas para estar solo sin que nadie llegue, otro
engaño de mí a mí mismo, como un telegrama
firmado con la sangre más sólida del universo, cuánta sangre.
Las montañas, los lagos. Mi China sobrevive, me llama como
la madre huérfana convoca al sobrino sangrante, Los lagos
lagos,
las eminencias de la montaña, sus imperfecciones más evidentes
argumentan contra mí, me niegan, me destruyen, respiro el aire
de lo que se postula como el testimonio de mi loca inexistencia.



Huerta, David. Incurable. México: Ediciones Era, 1987. p. 329-330



Comentarios

Entradas populares