Abismos





Hoy salí a buscar lo que ya no tengo y no recuperaré. Me encuentro en un estado de soledad mineral. Creo que mi cabeza se desprenderá uno de estos días, intento sostenerla, pero el cielo exige su presencia. En el estómago me está creciendo un agujero negro de brutal enormidad, poco a poco me come los órganos que guardan cercanía. Hoy vi miles de seres como yo, todos confluían en un centro de gravedad, alguien los llamó, yo también avancé para encontrarle, después de un tiempo debí dar marcha atrás, sentí miedo. Los seres seguían confluyendo y se decían sentir dolor, lo comentaban entre ellos, yo no podía demostrarles nada. Uno de los seres se refirió a mí con un insulto, yo no pude responderle, no quise hacerlo, no sentí la necesidad de establecer contacto con él. El ser desapareció, tenía un aspecto abominable, como del tipo que empieza a desaparecer, a ser nada. Pequeños hijos de los seres salían de sus brazos, se sujetaban a ellos como comiéndoles una parte, como alimentándose mientras la catástrofe se aproximaba, se referían a los seres mayores como "padres", no les vi parecido. Una gran linterna anunció que el tiempo se agotaba, arriba cruzaron dos naves, el cielo arremolinaba las nubes que exigían la presencia de otros. Yo seguí mi camino de regreso, otros venían detrás de mí, como queriendo alcanzarme. Apresuré el paso. La calle -el simulador- empezó a perder brillo, se convirtió en un agujero exhausto que segregaba a aquellos seres, yo sentí algo en la espalda, pensé que era una ardilla. Al pasar frente a un portal noté que se coronaba con una estructura antigua y pensé en treparme y permanecer ahí para empezar a tejer un capullo, miré hacia atrás y supe que no era prudente. Los seres también miraron hacia la estructura y muchos se adelantaron para treparse, algunos murieron en el intento y otros desaparecieron entre las fibras de aquel portal. Nunca comprendí por qué llegué a ése sitio, ¿qué me condujo hasta ahí?. Era como permanecer entre dos instantes: el de iniciar el sueño y prender la luz. Quizá por eso retrocedí. Una vez fuera del simulador empecé a vivir en tiempos nuevos, en breves lapsos parecidos a las fotografías. Perdí muchos recuerdos, mi vida se limitó a presentarme postales de mí en distintas esquinas, todas diferentes y con variaciones extrañas de color: en una monté una polilla y perdí parte de mis piernas mientras aleteaba sus terribles láminas que tenía por alas; en otra había dos sujetos sentados a mis costados en un parabús, esperábamos la llegada de un cuarto sujeto llamado Godet; en la tercera, que es la que más recuerdo, permanecía en el interior de una nave, miraba hacia afuera y me respondía una pregunta -¿por qué estamos huyendo de esta esfera?-, me decía: porque buscamos una nueva razón de existencia, porque aquí no hay una verdad que solucione la mayor duda.


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