De Ayunos: Un Viaje Pagano (Parte 2)

Te prometo una cajita al despertar en la noche. Te prometo un abrigo, una suave piel cuando se avecine la tormenta. No habrá yugo ni desdicha. Te cantarán las flores que tiende mi hija bajo la desolación. Estoy contigo afuera y adentro. Aquí, conmigo, circulan las maravillas ancestrales de mis padres. Tomo de ti un sacrificio menor, una fiesta al inicio de la nueva pendiente. Te prometo el amanecer, la lluvia tibia y el dulce almíbar de tu esfuerzo. Más te valdría estar ahí y no entre el sombrío espectro de la noche callada. Pero, oh, canta, que dichosa tu memoria tendrá para mí un verso inicial, precoz al rito. Te celebra el triunfo, el laurel en la batalla y el descanso en el horizonte. Susurra el viento del sur por tus ventanas, canta el grillo y despabila el sueño. Oh, mi padre es sabio y confunde tu mirada, te regala una escala para llegar al otro lado, que haces tuyo a voluntad. El otro lado, la otra pendiente. Y ahí, consecutivamente, tendrás otra escala no de huída, no de escape: de cruce. Tendrás tu escala y sera tu amigo el barquero. Una estrella fugaz guiará tu noche. Ahí yacerás no en tumulto, sino en vasto reposo.

Ausencia de nubes en tu noche.

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