De Ayunos: Un Viaje Pagano (El viaje, Tercera Parte)


Dijeron mi nombre. Estoy sudando. Alguien dijo mi nombre, me parece que fui yo. Estoy afuera, a dos metros de un portón, arriba anuncia su nombre. No lo distingo. Es noche, se me hielan los ojos, estoy descalzo. Debí llamar a Paul. Debí decirle que vendría. No traigo zapatos, hay gente afuera. ¿Afuera de dónde? dirás. No. Debo regresar al hotel, olvidé los documentos y es probable que el oficial no esté en la mejor disposición. ¿Cuál oficial? ¿Quién te representa? Paul hizo esta investigación. Le mencioné el nombre de Emilio y consiguió un permiso para obtener el historial en C.C.J. Suena la campana, es la hora de San Juan. Me inquieto. Ayer, en el almuerzo, un anciano me contó la historia de la hora de San Juan. ¿En dónde está el árbol? ¿Será esta la calle? Silencio, dicen mi nombre. No soy yo, viene de adentro. Tengo un sabor amargo sobre los labios. Antes de venir a Colina Oscura le dije a Paul que sería lo último, pero ya no estoy seguro de ello. Nos vimos el domingo, me compró el boleto.


24 de noviembre, 2006
Nunca antes viajé en tren. No puedo decir que me gustó del todo, aún con la cortesía del camarero. Por cierto, no he mencionado al camarero, su nombre es Afghner, que extraño nombre ahora que lo pienso. Es un jovenzuelo, me dijo que sólo viene a esta tierra cuando su hermano se ausenta, ya que comparten el empleo. Su nombre proviene de una raíz árabe, pero se compone con un sufijo nórdico, ciertamente no es común. Significa "el ave que se desploma". Fue este chico quien me recomendó el Hotel Trancos, y en realidad no he tenido queja al respecto, se trata de un edificio antiguo, al parecer de finales del periodo renacentista, lo deduje por dos esculturas: El Rapto de las Sabinas, de Flandes Giambologna y por el torso de lo que probablemente fue un David, de Miguel Ángel. Los pisos son duros y hay salones amplios, no gustan mucho de candelabros, las luminarias son discretas, aunque de día se vuelve un lugar muy iluminado. El lobby se encabeza por La Escuela de Atenas, una copia fidedigna y muy bien cuidada. No hay ascensor, así que todos los visitantes se deleitan al encontrarse con el David en la escalinata. Me ofrecieron la habitación 1283 y aún me pregunto si existirán tantos cuartos aquí. La mujer que encontré en el pasillo me da un aire conocido, ¿la habré visto en el vagón o acaso me la presentó Afghner? Salí por la tarde, detrás del hotel hay un jardín secreto. Nunca vi uno. Conserva sus delicados pastos por unas cercas que simulan un laberinto que no es muy complicado. Desde el pequeño bebedor que hay en el centro pude observar la ventana de mi habitación, pero al subir me di cuenta que allá arriba la toma no es buena, no encontré el centro del jardín. Hoy fui a dormir, pero en seguida desperté, sentí ganas de tomar nota de lo que ha acontecido. No obstante, escuché mi nombre, imaginé que era la camarera y enseguida acudí a abrir la puerta. No hay nadie, el pasilo está vacío, aunque se escuchan unas risas remotas que llegan chocando por las paredes. No era más que el Almirante Diego Ibáñez con su concubina. Cerré la puerta con la idea de haber confundido las risas con mi nombre. Un momento, lo mencionaron otra vez, quizá si fue la camarera recuerdo haberle pedido una taza de té de indias. No, una vez más no hay alguien ahí. Quizá debo dormir, estoy dubitativo. Mañana iré a Asilo Arkham, conseguí un permiso para visitar su celda. El director llamó a Paul, le dijo que me entregaría una caja de Emilio. Creo que al fin aprobaron mi existencia en su vida.

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