¡Diablos! ¡Qué loco!

Martes, octubre 04, 2005


EL NIÑO EN LLAMAS

No es que yo tenga una súbita ansiedad de leer a Freud, pero hace un rato recordé ese sueño tan inquietante que tuvo un paciente suyo. Aquel hombre tuvo ese sueño al poco de morir su hijo pequeño. La noche que había que velar el cadáver, él se fue a dormir y dejó al abuelo cuidando del féretro. En su sueño, de pronto, su hijo entraba en su habitación envuelto en llamas, y le decía: padre, ¿no ve que me estoy quemando? El padre le contó a Freud que, al despertar, corrió a la habitación donde estaba el ataúd y descubrió que el abuelo se había quedado traspuesto, un candelabro se había caído y que el ataúd se estaba quemando.
Es una historia terriblemente sugerente, como lo veo yo.

También he recordado que mi querido maestro relatil, Ángel, me dijo una vez que apuntar los sueños es un ejercicio muy bueno, además de ser una fuente de ideas fiable por las asociaciones ilógicas de elementos que el inconsciente produce, y que guardan muchas veces un sentido narrativo que es material de primera calidad. Hoy pues, os muestro el sueño que he tenido durante la siesta. No es como el del padre que fue a ver a Freud, pero tiene su cosa.

Por alguna razón que no conseguía descifrar, yo llegaba a una casa con dos maletas. Sé que todo estaba en penumbra, y que allí vivía gente que por algún motivo había hecho las maletas como yo y se habían marchado de su verdadero hogar. La casa era enorme y creo recordar que siempre se oía el viento. Todos los marcos de las puertas estaban torcidos y recuerdo que al andar por la casa los cuartos de esas personas apenas tenían objetos. Pero guardabas la sensación de que, siempre que no molestaras a los otros, podías estar allí. Nadie necesitaba que otro le dijera cuándo había que limpiar, dormir, cocinar... De pronto, esas personas volvían a hacer las maletas, yo no les veía cruzar el umbral, pero tuve la sensación de que se iban por mucho tiempo. Al final del sueño yo hablaba con una chica rubia y le decía que cuando volvieran yo no estaría, que no quería molestar. Ella me respondía que podría estar en ese lugar siempre que quisiera. Antes de marcharse, me decía que era muy importante que, para que no oliera la basura, mantuviera, al llegar la noche, todas las puertas de la casa abiertas.


Después, yo me convertía en el único habitante de aquel lugar.








¡Diablos! ¡Qué loco! Wow, me fascinó la relación que tiene el inicio de este escrito con mi penúltima entrada.

Fuente: http://nienunmillon.blogspot.com/2005/10/el-nio-en-llamas.html

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