Querido diario...



Bagh, la persona que vive en mi diario dejó sus páginas hace mucho tiempo, despreciaba mis palabras. Ahora sólo le dedico mis líneas a los extraños, de quienes siempre vivo en tanto desconozco sus rostros. En fin...

Estos días siguen siendo de soledad, pero he aprendido a hacer de ello mi modus vivendi y aunque no me complace, tampoco me incomoda.

Hoy diserté algunos temas con Laiza (una de las pocas personas que han sido constantes en mi vida) y en algún momento tocamos muy sutilmente el de la soledad. Fue sutil porque ni siquiera mencionamos la palabra; no obstante, la palabra orfandad se encontraba implícita en el ambiente.

Laiza -del mismo modo que yo- vivimos en un periodo de libertad con mayor tendencia a la orfandad: ambos terminamos las relaciones más fuertes y con mayor durabilidad que, hasta el momento, hemos tenido; ambos no sabemos cómo retomar el largo proceso del enamoramiento que nunca ha dejado de ser un vecino que toca cada mañana para saludar y dar el buen día; ambos luchamos por reencontrarlo, pues perdimos cualquier esperanza en regresar por el tren que conduce al pasado (lo tenemos perdido). El proceso de Laiza en torno a esta pérdida corrió más a cuenta de su pareja, en mi caso yo fui el responsable.

Hoy (el presente) es un constante vaivén que nos arroja experiencias nuevas, sentimientos diferentes y emociones desconocidas antes. Hoy para los dos no deja de ser diferente cada día: ella pronto empieza a dejarse ir sobre las olas suaves de la existencia; yo camino cauteloso con la confianza de reconocer todas las piezas del pasado para reconstruirlo y finalmente empezar el nuevo rompecabezas. Hoy (hace un par de horas) me reconocí ante el espejo y, sin afán de vanagloriarme, me es posible decir que percibí la nueva figura que transporto, un yo opuesto al de hace varios meses. Quizá aún no soy esa persona buena que los extraños  esperan conocer, pero reconozco en mí a un nuevo sujeto que en su intimidad ya no expresa lo absurdo y banal, sino la disponibilidad y el encanto.

Hay partes que en mí no han variado, pero ahora, flotando como una pluma en el vasto cielo (pintado con la brocha de la orfandad), empiezo a disfrutar de la libertad y a permitir mi reconocimiento por las personas que  me ofrecen una ventana a un nuevo universo.

Comentarios

Entradas populares