Casi tres meses sin un gran amigo


El colibrí de mi jardín
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En memoria de Paquito, ahí les va...

El domingo pasado parecía haber sido un día más en nuestras vidas, todo iba bien. En lo personal me tenía inquieta no haber hablado con Paquito, y ese día al despertar con mi prima, nos disponiamos a desayunar mientras yo miraba fijamente el jardín a través de la ventana. De repente noté en una rama del árbol un pequeño nido, con un espacio tan diminuto que apenas cabe una canica; y a lo lejos ví llegar un hermoso colibrí, con sus colores tan característicos verdes, volando alto, aterrizó en su pequeño nidito y se esmeró en que éste tomara una forma casi perfecta. Así fue un largo rato, y parecía que para mi prima y para mí no había mejor entretenimiento que observar al colibrí, la manera en que se esmeraba para construir su pequeño nido, la elegancia de su vuelo y ante todo la belleza única de un colibrí. Llegó la tarde y sólo trajo un pensamiento inquietante: él. El amigo que siempre ha estado y ahora no aparecía, aquel quién nos dio la mano tantas veces, quien nos hizo reír, llorar y hasta enojar. Llegó la noche y dormí, tratando de pensar que todo marchaba bien.

A la mañana siguiente, nada fue igual, el colibrí no estaba en su nidito y yo no tenía ánimos de nada. Así transcurrió mi día hasta que llegó la noticia que no quería recibir. Su cuerpo ya no era el mismo y su alma estaba cansada de luchar por vivir. En ese momento mi vida se detuvo a preguntarme por qué él, por qué si no lo merecía, si teníamos muchos planes y yo quería que estuviéramos juntos. Quería creer que estaba en otro momento y que era un mal sueño, del que me iba despertar y todo continuaría normal.

Fue muy tarde para cuando vimos que yacía durmiendo en un sueño eterno. Que no volvería a estar aquí, porque aquel cuerpo no era suyo, no era el joven apuesto que siempre fue, era sólo un préstamo para que su alma estuviera temporalmente sobreviviendo. Pero su alma estaba reposando felizmente en su cuarto, el lugar más tranquilo de su hogar.

Sin embargo, como él decía cuando nos despedíamos: ¡Hola! Así que nosotros dijimos hola, porque no se irá nunca de nuestros corazones, vivirá por siempre y siempre nos va a acompañar porque lo amamos y él nos ama y eso es algo que nungún medicamento, enfermedad y mal podrán evitar. Tenemos entre nosotros un gran héroe, un ejemplo de lucha y esperanza hasta el final. No perdió ninguna batalla, ganó todas porque supo vencer de la mejor forma el dolor que una enfermedad puede causar.

Y al regreso a mi casa, de nuevo el colibrí se acercó tanto, que indudablemente supe en ese momento que Paquito está aquí. Y aquí seguirá hasta que nosotros queramos, es decir, siempre!







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