Un camino sacudido y turbulento [Fragmento de Fausto]


FAUSTO. –Se extiende hasta el pie de la montaña una ciénaga que inficciona todo cuanto se ha ganado a fuerza de trabajo; desaguar también esa charca pestilente, fuera el ogro supremo. A muchos millones de hombres les abro espacios donde puedan vivir, no seguros, es cierto, pero sí libres y en plena actividad. Verde y fértil es la campiña; hombres y rebaños se han cómodamente instalado desde luego en esta tierra del todo nueva, junto a la fuerte colina levantada por un pueblo audaz y laborioso. Aquí, en el interior, un país paradisíaco; allá afuera desátense en hora buena las olas subiendo hasta el borde; y así a bocados mellan el dique para hacer violenta irrupción, todos, aunando sus esfuerzos, se apresuran a cerrar la brecha. Sí, a esta idea vivo entregado por completo; es el fin supremo de la sabiduría: sólo merece la libertad, lo mismo que la vida, quien se ve obligado a ganarlas todos los días. Y de esta suerte, rodeados de peligros, el niño, el adulto y el viejo pasan bien aquí sus años. Quisiera ver una muchedumbre así en continua actividad, hallarme en el suelo libre en compañía de un pueblo también libre. Entonces podría decir al fugaz momento: "Deténte, pues; ¡eres tan bello!" La huella de mis dpias terrenos no puede borrarse en el transcurso de las edades. En el presentimiento de tan alta felicidad, gozo ahora del momento supremo.


(Fausto cae de espaldas. LOS LÉMURES lo toman y lo tienden en el suelo).


MEFISTÓFELES. –Ningún deleite lo satisface, ninguna dicha lo llena, y así va sin cesar en pos de formas cambiantes. El último, el mísero, en vano momento ansía retenerlo ese infeliz. Aquel que tan tenaz persistencia me opuso queda dominado por el tiempo: el viejo yace ahí en la arena. Párase el reloj...


EL CORO. –¡Se para! Callado está cual la medianoche. Cae la manecilla.


MEFISTÓFELES. –Cae; todo está consumado.


EL CORO. –Se ha acabado.


MEFISTÓFELES. –¡Acabado! ¡Necia palabra! ¿Por qué acabado? Acabado y pura no son exactamente lo mismo. ¿Para qué nos sirve, pues, el eterno crear? Para reducir a nada lo creado. ¡Conque ha acabado! ¿Qué se ha de argüir de eso? Es como si ello no hubiese jamás existido, y, sin embargo, circula cual si existiese. en su lugar prefiriera yo el vacío eterno.




  • Goethe, John Wolfgang. Fausto. José Roviralta (trad.). La Plata, Arg.: Terramar, 2006. p. 254-255

Comentarios

Entradas populares