Una bonita pareja



Una bonita pareja
Etgar Keret

No tengo nada que perder, pensó para sus adentros la chica, ayudándolo a desabrocharle el sostén con la mano mientras se apoyaba con la otra en el marco de la puerta. Si resulta ser un mal palo por lo menos podré contar que me he echado un mal palo, y si el palo es muy bueno, entonces qué mejor, lo disfrutaré y además podré contar que me he echado un palo increíble, o si después se porta conmigo asquerosamente diré que fue un mal palo y así me vengo.

No tengo nada que perder, pensó para sus adentros el chico, si tengo un buen palo, poca madre, y si me la chupa, qué mejor, además de que aunque resulte un mal palo, me habré tirado a una más. La número veintidós o hasta la veintitrés si ciuenta que te hagan una manuela.

Esas cosas suelen pasar, pensó para sus adentros el gato: personas que entran, se chocan con los muebles, hacen ruido, una noche un poco rara. Mucho ruido, pero leche hace ya mucho que no hay y comida en el cuenco, apenas, y la poca que hay es asquerosa. El gato de la lata puede que sonria, pero yo, que ya la he lamido por dentro, sé que no tiene motivo.

Me siento optimista, pensó para sus adentros la chica, toca muy bien, con delicadeza, puede que esto sea el principio de algo, quizá sea amor. Estos temas son difíciles de saber. Una vez me pasó algo parecido y llegó a convertirse en una gran historia de amor, aunque al final también reventó. Era muy agradable pero egocéntrico, agradable sobre todo consigo mismo.

Me siento optimista, pensó para sua dentros el chico, si hemos llegado hasta aquí, ya no se va a quedar a medias, aunque vete a saber, cosas peores he visto. Después vendrán todas esas conversaciones denigrantes. Las interminables reuniones en el salón. Todos esos intentos de sincerarse, como si se tratara de una relación complicadísima. Por otro lado, incluso eso es preferible a las alternativas. Sobre todo porque en este momento se reducen a ver tele y a comer latas de habichuelas.

Estoy harta, dijo para sus adentros la tele, estoy harta de que me enciendan y se vayan de la habitación; estoy harta de que incluso cuando se sientan delante no me miren del todo. Con que se esforzaran sólo un poquito descubrirían que hay muchas cosas interesantes en mí, mucho más que deporte, videoclips y noticias, pero para eso hay que buscar muy a fondo. Y a mí me miran como se mira a una vieja buena: si hay un videoclip genial o un gol en el marcador, pues fabuloso, y si no, pues nada, ya han perdido todo el interés.

Hace frío, pensó para sus adentros el gato, demasiado frío, hace tres semanas todavia brillaba el sol, me sentaba fuera encima del aparato apagado del aire acondicionado, feliz como un rey, y ahora me hielo, mientras que ellos... se dan calor el uno al otro, disfrutan, ¿qué les importa que aquí haga frío por la noche y que por el día siempre haya ruido y hollín? La verdad es que a mí, personalmente, hace ya tiempo que este país me tiene harto.

¿Por qué siempre seré tan cínica?, pensó para sus adentros la chica. ¿Por qué incluso ahora atengo pensamientos cínicos, completamente conscientes, en lugar de disfrutar? Lo veo por las rendijas de los ojos que simulo tener cerrados y lo único que me viene a la mente es preguntarme qué estará pensando de mí.

Calma, no puedo venirme demasiado rápido, pensó para sus andentros el chico, porque entonces no estará tan bien y es una mierda, y ésta parece de esas que si les fallas va y lo cuenta. Hay un truco para eso, una vez me lo contaron; quizá si procuro disfrutar menos y no concentrarme del todo voy a poder alargarlo.

Me ha cerrado, pensó para sus adentros la puerta, con dos vueltas de llave, desde dentro, normalmente me deja abierta, quizá sea por la huésped. Puede que haya cerrado sin pensarlo, porque inconscientemente quería que ella se quedara. La verdad es que la chica parece buena persona, un poco triste, no muy segura de sí misma, pero bondadosa. De esas que sólo con retirarles la mascara de cara dura que llevan puesta revelan un interior de pura miel.

Me levantaría para ir al baño, pensó para sus adentros la chica, pero me da miedo. El suelo parece estar un poco pegajoso. Un departamento de hombres, qué se le va a hacer. Y si me visto sólo para dar unos cuantos pasos quedaré como una histérica o como una subnormal. Y eso sí que no. Yo no soy así. De ninguna manera.

Podría ser alguien, pensó para sus adentros el chico, un campeón, un triunfador, tengo mucho que decir, pero por algún motivo no consigo sacarlo. Quizá ella me comprenda.

Me parece que voy a soltar un miau, pensó para sus adentros el gato, ¿qué puedo perder? A lo mejor me hacen caso, me acarician un poco y me echan leche en el cuenco. A las chicas muchas veces les gustan los gatos, lo sé por experiencia.

Qué pareja más bonita, pensó para sus adentros la puerta; la verdad es que me alegraría mucho que saliera algo de todo esto, que se decidieran a vivir juntos. A esta casa le vendría bien un toque femenino.

No sé cómo he podido tener miedo, pensó para sus adentros la mujer, el suelo está todavía más limpio que en mi casa y el cuarto de baño también. Además, tiene unos ojos bondadosos y me ha seguido acariciando incluso después de haberse venido. No sé si saldrá algo de esto, pero aunque termine aquí, habrá sido muy agradable.

Quizá si hubiera seguido con la música, tocando, pensó para sus adentros el chico, si de niño hubiera sido más constante. A veces tengo en la cabeza un montón de melodías. Qué linda es al caminar. Va de puntillas porque sospecha que el suelo está sucio. Suerte que la señora de la limpieza vino el viernes.

Precisamente ahora empieza en mí un programa muy bonito, pensó para sus adentros la tele, justamente ahora que no hay nadie aquí para verlo. Es exasperante. Más que exasperante. Si el volumen no estuviera bloqueado sería capaz de ponerme a gritar.


Keret, Etgar. (2010). Un hombre sin cabeza. Ana María Bejarano (trad.). México: Sexto Piso



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