Oda a un beso de Javier Alatorre

Mostachón televisado de Luna a Venus,

cejas de odobenus rosmarus los corazones más tiernos acuchillan,

sigilosos la nota del día acechan de ocelote tiernos ojos,

del día la trompeta su voz no angelical resuena.


[Se anuncian los titulares

con la objetividad pulcra azteca

–antiobjetividad

     –subobjetividad

            –objetividad infra.]

 

                  ¡Canto de la lechuza!


<y "cuando la lechuza canta el indio muere".>


[Cortinilla de entrada

(quiero decir, la misma señal, el linde entre lo falaz y el hecho.)]


¡Esta noche en hechos!


BALAZO 1: Sucumbe de placer el hombre besado por el dios.

BALAZO 2: Se baten en éxtasis las vírgenes en la Hora de San Juan.

BALAZO 3: Se yerguen los miembros de cuatrocientos hombres.


(Suspiro)


Nota poética (Interludio.)

Lector neófito, destas líneas para declarar a la amada sírvete

los versos más bellos, los versos más tristes

puedes escribir parestas líneas de clarar a la mada.


Lector erudito, engulle y a placer

lleva el verso al quirófano y extrae la intestinal voz,

el perineal palpitar silábico,

la rima renal renacentista,

el corpus cardiaco neoclásico y sus frivolidades

–he aquí que todo es enciclopédico y filtrado por el método científico.


Afiches publicitarios:

-la piel de Afrodita con sus cremas de concha nácar,

-los puntos aéreos acumulados por viajes al Estrecho de Gibraltar,

-las sabrosuras del homo erectus sapien sapiens,

-el caldo de pollo con sus verduras carnes

-primaveras mantequillas untadas incaloradas.


NOTA PRINCIPAL


Ecce homo!

hombre de facciones duras

de duras acciones

de dura

y gruesa


barba


¡y esos labios!

magras carnes que atrapan tu boca

que exaltan tus crines de potro arrecho.


¡Oh, dioses!

Es el beso la caricia del Olimpo,

el regalo de Yahvé,

el soma conquistado por Garuda.


¡Oh, dioses!

Es el beso deste hombre

deste dios

destas carnes

el sueño eterno que quiero vigilar,

la vigilia arrebátenme,

en esta ficción deseo morar.


...


A la hora de San Juan

vírgenes de todas las edades: tiernas en flor,

en flor roja apenas aparecida,

devotas de San Pedro y Santa Cecilia,

muxes, madres de sus padres,

devotas del tubo, del fellatio, de los romeritos,

y de la mano amiga,

convalecen de placer –indican las cámaras–,

es el reporte. Aquí la voz de Margarita Dulce de Almíbar:


–Los hechos estaba yo viendo,

lloviendo estaba al ver los hechos...

¡Ese bigote, señor, ese azotador cual látigo

en su tercer día, me arrebató en espìtitu.

Cuento lo que vi como lo cuento porque lo vi.

¡Delicia!


...


Y ya para finalizar:

cuatrocientos miembros viriles se yerguen

en la quinta bienal del boreas.

Cuatrocientas maneras de mostrarle

la perfección de los cuerpos

–de les cuerpes, dicen los rebeldes de la lengua–

Algunos –los menos– apuntan a las estrellas,

otros –los más– señalan los diversos horizontes,

y otros –unos cuantos– se esconden de sí mismos bajo venosas manos

que un palpitar indica cuando en close up se muestran.

Hombres necios, hombres cándidos,

cándidos necios...

velludos, lampiños, blancos, blandos,

negros, morochos, amarillos, vergalinda, vergaprieta, vergachica...


Y todo este mitote por un tierno beso, en un sueño, de Javier Alatorre.





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