Tu nahual es un perro
Tu nahual es un perro. Un perro con ojos azulados y
colmillos filudos. Y además, tu nahual es un viejo. En las noches de luna,
cuando por el hielo corre hielo derretido y sus piedras brillan como
reverberos, tu nahual sale. Sus pelos son largos y enredosos como el heno que
cuelga de los ahuehuetes, los viejos de agua, y por donde camina se encenizan
las yerbas. Tu nahual es malo, tu nahual es feo. Y tu nahual es gordo, porque
come aire, a tarascadas lo come y se va inflando hasta que su panza rastrilla
la tierra. Tu nahual también come murciélagos, y come buñiga, y espantos. Tu
nahual es pequeño, como un tlaconete, como una cuija: lo encontrarás entre los
romerillos. Tu nahual es grande, grande como la luna que se aguada en el agua.
Lo vieras treparse a un árbol, salir de una acequia, saltar al fuego. Cuando se
trepa a un árbol, sus pelos parecen hojas y sus ojos flores de nochtli. Cuando
sale de una acequia, su lomo está verde de lenteja de agua. Cuando salta al
fuego, es una sombra que se vuelve pura llama. Niña, niñita mía, cabeza de
tepeguaje, collar de alondras, piedrita fina, corazón de teyolote, ojos de
vidrio extraño, desorejadita, sangre de machigüis, chuparrosa: si me haces mi
atole de sagú y haces todos los días la acarreada del agua, si me rameas en el
temascal, si persogas a las mulas, si me bañas a jicaradas de aguatibia, si
descorucas a las gallinas y apancleas los surcos y ves de revesar a los bueyes,
le digo a tu nahua: anda, vete, vete y hasta mañana. Pero si no, mi hijita, con
los tanganitos de los dedos te doy en la cholla un coscorrón. Con una
reata de torsalía te doy una reatiza.
Con una vara de membrillo o con un cuero crudío te despellejo las guinguingas
mas que te raje la pelleja. Y lo más que todo, recuérdate, lo más que todo, te
llevo a ver a tu nahual: ay, pobre de m’hijita, pobre espumilla del agua,
manzanita pachichi, cocol del viento, caracol de lágrimas: qué susto te vas a
llevar. Porque tu nahual es un perro. Tu nahual es un huehuenche con cabeza de
iscatón. Tu nahual es un cacomiztle. Tu nahual es un tecuán. Tu nahual es un
chichime. Tu nahual es un cencuate. Cuídate de su cardillo, cuídate de su
aventazón, cuídate de su voz. Que no te malmire. Que no te sople. Que no te
sonsaque ese triste de tu nahual, ese lépero, chencha, malo, flojo, chinacate
de tu nahual. Así que pórtate bien, que mejor que ver a tu nahual es ver volar
a las güilotas cegajosas y ver nadar a los patos zambulidores y ver cantar al
cenzontle que tiene tantas voces como años tiene el tiempo, o como tuecos tiene
mi corazón para que tú te escondas, niña, niñita mía, colibrí de las cometas,
mariposita del agua
Cerrará entonces sus ojos
y la noche,
la noche se le quedará adentro
porque la luz se desbordará fuera de sus ojos cuando baje
los parpados, cuajará en dos lágrimas,
las dos únicas, las dos últimas lágrimas que saldrán de sus
ojos, cuando exprima el recuerdo de los días.
Y si no te me andas tongoneando de cuando aquí, y si me das
una friega con té de flores de árnica, y te das a desear, y no desmientes tu
educación, y no te vas a la retreta del zócalo, y me pones mis chiqueadores en
las sienes, y no le das qué sentir a tu madre, y cohechas los barbechos, y no
desdices de tu nombre, y caporaleas a los animales y ves que no se alambren y
los llevas al pilancón y al pardear la tarde los guardas en las majadas, y eres
una mujer de honra y provecho, y si y si y si. Porque no creas que porque no
eres m’hija y me ves viejo de años, por eso no soy tu padre y muy tu padre. Imponte
de lo que te digo y no me faltes al respeto.
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