Hacia un nuevo esplendor

Abro las páginas del antiguo asombro
–calcadas con el mismo papel carbón:
Todo es idéntico
    Una exaltación de la belleza pálida
        ¿pulida por quién?
 
Busco el regocijo en el caos,
en la transformación
en la contradicción,
en los claroscuros de la tarde aún pintada por nadie,
en el balasto y en las locomotoras, que ardientes huyen
de las ciudades y se internan en lo más profundo del continente.
Huyo y me aparto, me interno en los precipicios
donde el ojo asimétrico del hombre no ha capturado
la delicadeza de la flor nocturna que nace y muere en un instante.
Me interno en el abismo órfico
embelesado por el canto único de barbitúricos
que brillan en recipientes místicos.
 
Salgo al mundo
    henchido de conocimiento y palabras nuevas.
Miro con desdén la impavidez
lo mundano
lo falaz,
lo inocuo en pantallas sórdidas y tristes.
 
¿Quién las hace observar?
 
¡La pupila inocente ha sido desvirgada
y baila vigorosamente acercando sus nalgas de insecto
a un fétido suelo!
 
Ahí me vi, estuve entre ellos
Como el idiota sumiso que babea en el trasto de las vanidades,
que contempla la obsenidad y la mierda espectral.
 
Más tras huir al océano silencioso
Sin más presencia que la mía,
Obligado por mí y las deformaciones de mi espíritu
Trazo el camino hacia el nuevo esplendor.
 
¡Es la hora matutina más brillante!
¡Apagad las linternas!
He aquí todo.

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